ARTÍCULOS DE REVISIÓN
Ergonomía en ambientes hospitalarios: avances y desafíos para el bienestar del personal de salud
Lilian Pinos-Mora[1], Luis Vásquez[1]
1. Universidad del Pacífico, Guayas, Ecuador.
DOI: https://doi.org/10.16921/pfr.v10i2.383
PRÁCTICA FAMILIAR RURAL│Vol.10│No.2│Julio 2025│Recibido: 17/06/2025│Aprobado: 25/07/2025
Cómo citar este artículoPinos-Mora L, Vásquez L. Ergonomía en ambientes hospitalarios: avances y desafíos para el bienestar del personal de salud. PFR julio 2025;10(2). Disponible en: https://practicafamiliarrural.org/index.php/pfr/article/view/383 |
Compartir en:
Resumen
La ergonomía en entornos hospitalarios se ha consolidado como un componente estratégico para proteger la salud del personal sanitario y mejorar la eficiencia operativa. Este artículo ofrece una revisión integral sobre los avances tecnológicos, rediseños espaciales y estrategias organizativas que buscan mitigar los riesgos ergonómicos comunes, como la movilización manual de pacientes, posturas forzadas, trabajo de pie prolongado y manipulación de cargas. Se destacan innovaciones como grúas móviles, camas automatizadas, sensores corporales y estaciones de trabajo ajustables, cuya implementación ha mostrado reducciones significativas en trastornos musculoesqueléticos y ausentismo laboral. Además, el diseño del entorno físico —cuando es participativo y centrado en el usuario— permite disminuir la carga física, mejorar la percepción de confort y prevenir errores clínicos. La gestión del riesgo, apoyada en herramientas como la Evaluación Rápida del Cuerpo Completo, la Ecuación de Levantamiento del Instituto Nacional de Seguridad y Salud Ocupacional y el Índice de Movimiento y Asistencia de Pacientes Hospitalarios, se complementa con programas de rotación de tareas, pausas activas y capacitaciones prácticas en manejo postural. La evidencia muestra que estas intervenciones no solo benefician la salud física, sino también el clima organizacional, la motivación y la retención del talento humano. A futuro, la integración de inteligencia artificial, ergonomía digital y soluciones adaptativas permitirá personalizar aún más los entornos de trabajo, favoreciendo espacios hospitalarios seguros, sostenibles y centrados en las personas.
Palabras clave: ergonomía, enfermedades musculoesqueléticas, salud ocupacional, riesgos laborales
Ergonomics in hospital settings: advances and challenges for the well-being of healthcare personnel
Abstract
Ergonomics in hospital settings has established itself as a strategic component for protecting the health of healthcare personnel and improving operational efficiency. This article offers a comprehensive review of technological advances, spatial redesigns, and organizational strategies that seek to mitigate common ergonomic risks, such as manual patient handling, awkward postures, prolonged standing, and heavy load handling. Innovations such as mobile hoists, automated beds, body sensors, and adjustable workstations are highlighted, the implementation of which has shown significant reductions in musculoskeletal disorders and absenteeism. Furthermore, the design of the physical environment—when participatory and user-centered—can reduce physical strain, improve the perception of comfort, and prevent clinical errors. Risk management, supported by tools such as the Rapid Whole Body Assessment, the National Institute for Occupational Safety and Health's Lifting Equation, and the Hospital Patient Movement and Assistance Index, is complemented by task rotation programs, active breaks, and practical training in postural management. Evidence shows that these interventions not only benefit physical health, but also the organizational climate, motivation, and retention of human talent. In the future, the integration of artificial intelligence, digital ergonomics, and adaptive solutions will allow for even greater personalization of work environments, fostering safe, sustainable, and people-centered hospital spaces.
Keywords: ergonomics, musculoskeletal diseases, occupational health, occupational hazards
Introducción
Los ambientes hospitalarios son entornos complejos y altamente demandantes, donde convergen múltiples factores de riesgo que comprometen tanto la salud del paciente como el bienestar del personal sanitario [1,2]. Dentro de este contexto, la ergonomía ha emergido como una disciplina fundamental para rediseñar espacios, tareas y tecnologías con el fin de prevenir lesiones laborales y optimizar el desempeño humano [3]. Su aplicación en el ámbito clínico no solo busca reducir la incidencia de trastornos musculoesqueléticos (TME) [4], sino también promover condiciones de trabajo más seguras, eficientes y sostenibles para profesionales expuestos a cargas físicas y mentales significativas [5].
Los TME constituyen una de las principales causas de morbilidad entre trabajadores de la salud a nivel mundial [6]. Se estima que entre el 40 % y el 90 % del personal de enfermería reporta síntomas de dolor o molestias musculoesqueléticas, particularmente en espalda baja, cuello y hombros [7,8]. Estas dolencias no solo afectan la calidad de vida del trabajador, sino que también incrementan el ausentismo, los costos por compensación laboral y la rotación del personal, generando un impacto directo sobre la continuidad y calidad del cuidado asistencial [3]. Factores como la movilización manual de pacientes, posturas forzadas mantenidas, uso de mobiliario no ajustable, turnos prolongados y presión por multitarea agravan la exposición a estos riesgos en contextos hospitalarios [9–11].
Frente a esta realidad, la ergonomía clínica ha evolucionado para ofrecer soluciones concretas, desde el rediseño del puesto de trabajo y la implementación de ayudas técnicas, hasta el uso de tecnologías emergentes como sensores de monitoreo postural y plataformas digitales para evaluación de carga física [1]. Asimismo, la integración de enfoques participativos —donde los propios trabajadores contribuyen a la mejora de los sistemas— ha demostrado mejorar la aceptación y efectividad de las intervenciones ergonómicas [12].
No obstante, a pesar de los avances tecnológicos y conceptuales, persisten importantes desafíos para la implementación efectiva de prácticas ergonómicas en el sector salud [13]. Las limitaciones presupuestarias, la falta de capacitación, la escasa inclusión de ergonomía en los programas de formación sanitaria y la resistencia al cambio organizacional siguen siendo barreras relevantes [14]. Además, las particularidades ergonómicas varían sustancialmente entre ocupaciones dentro del hospital —como enfermería, cirugía, imagenología o limpieza— lo cual exige estrategias diferenciadas y adaptadas a cada rol profesional [10,15–18].
En este escenario, se hace necesario revisar y sistematizar el conocimiento actual sobre las innovaciones, herramientas y estrategias que están redefiniendo la ergonomía en hospitales [19]. Esta revisión narrativa tiene como objetivo presentar los avances más relevantes en diseño ergonómico, tecnologías aplicadas y gestión organizacional en entornos hospitalarios, así como identificar los desafíos pendientes y las oportunidades futuras para mejorar la salud y el bienestar del personal sanitario.
Factores de riesgo ergonómico en el sector salud
El ámbito hospitalario es uno de los escenarios laborales más desafiantes desde el punto de vista ergonómico [20]. Las condiciones de trabajo implican una elevada carga física y mental, impuesta por la atención directa al paciente, el uso intensivo de tecnología, el ritmo acelerado de trabajo y la necesidad de realizar múltiples tareas de forma simultánea [18,21]. Esta combinación genera una exposición constante a factores de riesgo ergonómico que afectan de manera significativa la salud y el desempeño del personal sanitario (Tabla 1) [22].
Uno de los factores más estudiados es la movilización manual de pacientes, una actividad inherente al trabajo clínico que requiere esfuerzos físicos intensos, especialmente en unidades de hospitalización, cuidados intensivos, quirófanos y geriatría [17,21,23,24]. Estas tareas, que incluyen giros en cama, transferencias a sillas, cambios de posición o soporte durante el aseo, implican fuerzas de empuje, tracción y levantamiento que exceden con frecuencia los límites biomecánicos seguros, particularmente cuando se realizan sin la ayuda de dispositivos mecánicos o asistencia adicional [13,25]. El riesgo se acentúa cuando se trabaja con pacientes no colaboradores o con movilidad reducida, como sucede en contextos postquirúrgicos, geriátricos o de cuidados paliativos [26,27].
Además de la carga física directa, estas actividades se realizan muchas veces en condiciones de espacio limitado, con recursos insuficientes y en horarios irregulares, lo que incrementa la probabilidad de lesiones musculoesqueléticas, especialmente en la región lumbar, cervical y hombros [28,29]. Diversos estudios han reportado prevalencias de dolor lumbar en enfermeras superiores al 70%, asociadas directamente a estas tareas [18,26,30].
Otro factor de riesgo relevante es la adopción de posturas forzadas, repetitivas o mantenidas durante periodos prolongados [18,31]. Este patrón se observa con alta frecuencia en profesionales como cirujanos, anestesiólogos, dentistas y técnicos en imagenología, quienes deben realizar tareas con alta demanda de precisión, en posiciones estáticas que limitan la movilidad corporal [17]. La inclinación cervical sostenida, la flexión de muñecas, la rotación del tronco y la carga asimétrica en extremidades inferiores generan tensiones acumulativas que contribuyen al desarrollo de trastornos musculoesqueléticos crónicos [7].
Asimismo, el trabajo de pie continuo, común en enfermería, cirugía, laboratorio y áreas de farmacia hospitalaria, se asocia con fatiga muscular, trastornos circulatorios y aumento del estrés físico general [25,32]. La falta de superficies ergonómicas, el calzado inadecuado y la ausencia de pausas activas agravan estos efectos, deteriorando progresivamente la condición física del trabajador [33].
La manipulación de equipos y materiales pesados, otro riesgo subestimado, es habitual en múltiples servicios clínicos [31]. El transporte manual de cilindros de oxígeno, balas de gas, cajas de medicamentos, ropa hospitalaria, dispositivos portátiles y carros sin mantenimiento adecuado exige esfuerzos de tracción y empuje que frecuentemente superan los umbrales ergonómicos seguros [26]. En el caso del personal de limpieza, por ejemplo, el uso prolongado de escobas, mopas y equipos de recolección en malas condiciones ha sido vinculado a TME en hombros y región lumbar [34].
Además, la organización del trabajo hospitalario, caracterizada por turnos prolongados, jornadas rotativas, trabajo nocturno y alta presión asistencial, constituye un potente modulador de la carga ergonómica [16]. Huang et al. (2021) [35] evaluaron la influencia de la adopción de turnos escalonados en la reducción de fatiga, estrés, calidad de sueño y en general en el bienestar físico y mental durante las jornadas laborales. Adicionalmente, el estrés físico se ve amplificado por factores organizacionales como la escasez de personal, la sobrecarga de tareas, los tiempos reducidos para la toma de decisiones clínicas y la necesidad constante de adaptación a situaciones cambiantes [23,36]. Estas condiciones no solo afectan la postura y el esfuerzo físico, sino que también reducen la atención sobre la propia salud postural, disminuyendo la adherencia a prácticas seguras [36].
El riesgo ergonómico también varía según la ocupación específica dentro del ecosistema hospitalario:
Cabe destacar que, en muchos contextos, estos riesgos se agravan por la falta de formación específica en ergonomía [11,39]. En un estudio realizado en Arabia Saudita, se identificó que el conocimiento, actitud y práctica respecto a riesgos ergonómicos eran inferiores entre los profesionales que no habían recibido formación formal durante su pregrado [15]. Este déficit fue más marcado en mujeres y trabajadores con menor nivel educativo, lo cual sugiere la necesidad de incorporar contenidos ergonómicos en los planes curriculares de ciencias de la salud [40].
En resumen, los riesgos ergonómicos en el sector salud son diversos, acumulativos y profundamente influenciados por la interacción entre el diseño físico del entorno, la organización del trabajo y la naturaleza de las tareas clínicas [31,41]. La identificación exhaustiva de estos factores es indispensable para desarrollar estrategias de intervención efectivas que permitan preservar la salud física y mental del personal, mejorando simultáneamente la calidad del servicio prestado [30,42].
Tabla 1. Principales factores de riesgo ergonómico en entornos hospitalarios
Factor de riesgo | Área hospitalaria | Ocupaciones más expuestas | Consecuencias ergonómicas frecuentes |
Movilización manual de pacientes | Hospitalización, UCI, urgencias, geriatría, quirófano [18] | Enfermería, auxiliares de cuidado, fisioterapia [18,24,37] | Dolor lumbar, fatiga muscular, hernias, lesiones en hombros y muñecas [18,24,37] |
Posturas forzadas o mantenidas | Cirugía, odontología, imagenología, laboratorio [38] | Cirujanos, dentistas, técnicos de imagen, anestesiólogos [17] | Trastornos de cuello, columna cervical, muñecas y región dorsal [7,24,38] |
Trabajo de pie prolongado | Hospitalización, farmacia, quirófano, laboratorio [9,16] | Enfermería, farmacéuticos, cirujanos, técnicos de laboratorio [16,17,37] | Fatiga en miembros inferiores, varices, dolor lumbar crónico [16,24,37] |
Manipulación de equipos y materiales pesados | Imagenología, logística, farmacia, limpieza, mantenimiento [26] | Técnicos de imagen, personal de limpieza, enfermería [26] | Lesiones por sobrecarga, dolor en espalda baja y extremidades [6,7] |
Ritmo de trabajo intensivo y multitarea | Todas las áreas [5,16] | Todo el personal sanitario y administrativo [16] | Fatiga física y mental, mayor riesgo de errores, desgaste acumulativo [5,16] |
Turnos prolongados y nocturnos | Hospitalización, emergencias, vigilancia [43] | Enfermería, médicos residentes, personal de seguridad [5,43] | Trastornos del sueño, fatiga general, disminución de atención [9,43] |
Falta de ergonomía en estaciones de trabajo | Farmacias, laboratorios, unidades administrativas [16] | Farmacéuticos, bioquímicos, personal administrativo [16] | Lesiones por repetición, molestias en cuello y espalda, fatiga visual [7,16,37] |
Uso insuficiente de ayudas técnicas | Todas las áreas con traslado de pacientes o cargas pesadas [5] | Enfermería, auxiliares, personal de limpieza [5] | Sobrecarga física, lesiones articulares, aumento de TME [21] |
Innovaciones tecnológicas y equipamiento ergonómico
La evolución de la ergonomía hospitalaria ha venido acompañada de un conjunto diverso de innovaciones tecnológicas y rediseños funcionales que buscan reducir la carga física, mejorar las posturas de trabajo y proteger al personal sanitario frente a lesiones musculoesqueléticas [24,44]. Estas innovaciones incluyen desde equipamientos mecánicos que asisten físicamente al trabajador, hasta dispositivos digitales que permiten medir, retroalimentar y modificar el comportamiento postural en tiempo real [40,45].
Uno de los desarrollos más relevantes es la incorporación de dispositivos de asistencia para la movilización de pacientes, como grúas móviles, sillas motorizadas, transferencias deslizantes y sistemas de rieles en el techo [46,47]. Estos equipos están diseñados para eliminar o reducir la necesidad de levantar manualmente al paciente, redistribuyendo el esfuerzo mediante componentes eléctricos, hidráulicos o mecánicos [24]. Por ejemplo, las grúas de techo permiten trasladar a un paciente desde la cama hasta una silla o camilla con mínimo esfuerzo humano, mediante arneses seguros y motores controlados a distancia [48]. Esta tecnología no solo disminuye el riesgo de lesiones lumbares y en los hombros del personal de enfermería, sino que también mejora la seguridad del propio paciente durante la movilización [41,49].
Más allá de la prevención directa, la adaptación cultural de instrumentos de evaluación de riesgos también contribuye a la formación y concienciación del personal sanitario. Buck et al. (2022) [50] llevaron a cabo la traducción y adaptación del TilThermometer para su uso en Suecia, asegurando que la herramienta mantuviera su validez y relevancia en el contexto local. Este proceso facilitó la aceptación del instrumento entre los trabajadores, promoviendo una mejor comprensión de la carga física durante el manejo de pacientes y fortaleciendo la educación ergonómica en el sector salud.
El estudio de Wåhlin et al. (2024) evidenció que el instrumento TilThermometer, diseñado para evaluar de manera rápida la carga física en tareas de movilización de pacientes, permite identificar con antelación los niveles de riesgo biomecánico a los que están expuestos los trabajadores de la salud, al implementarlo en unidades de cuidado de salud suecas [26]. Esta herramienta facilita la toma de decisiones respecto a la necesidad de asistencia técnica, contribuyendo así a la prevención de lesiones musculoesqueléticas.
A su vez, Chanchai et al. (2016) implementaron en hospitales tailandeses un programa ergonómico que combinó formación práctica con el uso de diversas ayudas técnicas orientadas a mejorar las condiciones laborales de las ordenanzas [11]. La intervención incluyó capacitaciones en técnicas adecuadas de movilización y manejo manual de cargas, así como la introducción de herramientas diseñadas para facilitar estas tareas y reducir la carga física. Después de seis meses de aplicación, se observó una reducción significativa en la prevalencia de dolor lumbar y otros síntomas musculoesqueléticos entre los participantes. Además, el estudio reportó mejoras en factores psicosociales relacionados con el entorno laboral, como la percepción del apoyo y la satisfacción en el trabajo. Estos resultados resaltan la importancia de abordar tanto los aspectos físicos como los psicológicos para promover la salud y el bienestar en el personal hospitalario.
En paralelo, el rediseño ergonómico del mobiliario clínico ha sido una estrategia clave en la adaptación del entorno físico a las necesidades reales del trabajador [51]. Por ejemplo, las camas eléctricas ajustables permiten elevar o inclinar al paciente mediante controles automáticos, evitando que el personal adopte posturas forzadas para acomodar o cambiar de posición a quienes tienen movilidad limitada [43]. Asimismo, los carros clínicos ergonómicos —con estantes accesibles, ruedas de bajo esfuerzo y diseño liviano— facilitan la administración de medicamentos y el traslado de insumos sin requerir torsiones o empujes excesivos [46,52,53].
En los últimos años, la llegada de la tecnología vestible ha introducido una nueva dimensión a la ergonomía hospitalaria [54]. Se trata de dispositivos portátiles, como sensores IMU (Unidades de Medición Inercial), que se adhieren al cuerpo y registran movimientos, ángulos de flexión, tiempo en posturas de riesgo, y aceleraciones articulares [55]. Estos datos pueden ser visualizados en tiempo real o almacenados para análisis posteriores, permitiendo identificar patrones de movimiento inseguros o ineficientes.
Simpson et al. (2019) [56] evaluaron el uso de dispositivos portátiles para análisis postural en personal de salud y observaron mejoras en la alineación espinal, así como una reducción de molestias musculoesqueléticas. Por su parte, Bootsman et al. (2019) probaron una prenda inteligente con retroalimentación háptica, logrando disminuir el tiempo en posturas forzadas y aumentar la conciencia corporal durante la jornada laboral [57].
Finalmente, no puede ignorarse la contribución de la ergonomía ambiental, centrada en condiciones de iluminación, acústica, ventilación y temperatura [58]. Aunque a menudo subestimada, su impacto en la fatiga cognitiva y física es considerable [59]. Weir et al. (2019), al introducir iluminación circadiana adaptable y aislamiento acústico en quirófanos, observaron mejoras en concentración, reducción de errores menores y satisfacción ambiental entre profesionales quirúrgicos [16]. Estas condiciones ambientales actúan como moduladores invisibles del bienestar laboral, especialmente en contextos de alta concentración.
De Sario et al. condujeron una revisión de 89 estudios la cual mostró que el calor laboral puede reducir la productividad global en un 10 %, y hasta un 30–40 % en escenarios climáticos extremos [60]. Los más afectados son países de ingresos bajos y sectores como agricultura y construcción. Aunque faltan datos sobre la eficacia de medidas de enfriamiento, se destaca la urgencia de fortalecer la prevención y adaptación térmica en el trabajo.
Lejos de tratarse de elementos accesorios, estos equipamientos e innovaciones constituyen herramientas clave para preservar la salud ocupacional [61]. El uso de tecnología ya sea mecánica o digital, solo genera impacto positivo cuando está contextualizado, mantenido adecuadamente y respaldado por programas de formación [62]. Cada mejora —por más pequeña que parezca— representa un paso hacia un entorno hospitalario más humano, seguro y sostenible [63].
Diseño del puesto y del entorno de trabajo hospitalario
El diseño del entorno hospitalario no es una cuestión meramente arquitectónica: es un determinante ergonómico que impacta directamente en la salud, eficiencia y bienestar del personal de salud [59]. La forma en que se configuran los espacios, se disponen los equipos y se organiza la circulación interna influye en la cantidad de movimientos, posturas y esfuerzos físicos que se requieren para cumplir tareas cotidianas [10,64]. En la práctica, un entorno mal diseñado obliga al trabajador a adaptarse físicamente a condiciones poco favorables, generando fatiga acumulada y un aumento progresivo del riesgo de lesiones musculoesqueléticas [7].
Diversas investigaciones han demostrado que la reconfiguración de áreas de trabajo hospitalarias puede tener efectos positivos inmediatos sobre la ergonomía del personal [65]. Hignett et al.(2018) analizaron la disposición de unidades de cuidados intensivos (UCI) en hospitales del Reino Unido, identificando que el rediseño de las estaciones clínicas mediante la redistribución funcional de equipos, reducción de obstáculos y proximidad entre puntos clave —como bombas de infusión, monitores y estaciones de registro— permitió reducir el número de desplazamientos innecesarios y mejorar los tiempos de respuesta del equipo de enfermería [66]. El cambio también disminuyó el número de pausas no planificadas durante los turnos, lo que fue interpretado como un indicador indirecto de menor carga física y mental.
Otro aspecto crucial es la adecuación del mobiliario en el lugar de trabajo. Lee et al. (2021) realizaron un ensayo clínico aleatorizado en trabajadores de oficina, comparando estaciones de trabajo ajustadas ergonómicamente con estaciones convencionales [67]. Tras la intervención, se observó una reducción significativa en la intensidad del dolor musculoesquelético en cuello, hombros, espalda alta y muñecas. Además, los participantes reportaron mayor comodidad y mejor capacidad para adaptar su espacio laboral a sus necesidades individuales.
En quirófanos, donde la precisión técnica y la estabilidad postural son cruciales, el diseño ambiental cobra especial relevancia [21,68,69]. Velasco (2013) señala que una de las consideraciones ergonómicas más relevantes en el entorno quirúrgico es la adecuación de la mesa operatoria, la cual debe ser estable y ajustable en altura y ancho para favorecer la comodidad del equipo quirúrgico y prevenir posturas forzadas, como la elevación excesiva de los brazos o las torsiones del tronco [70]. También advierte que, en muchos casos, la altura de la mesa es determinada por el cirujano, lo que puede provocar incomodidades para el instrumentista quirúrgico, al obligarlo a inclinarse repetidamente o a mantener los brazos por encima del nivel de los hombros. A partir del análisis de distintos estudios, la autora destaca varias estrategias para reducir los riesgos ergonómicos, como mejorar la organización del quirófano, adaptar el mobiliario a las necesidades del personal, implementar pausas activas, utilizar instrumental más liviano y promover la capacitación continua sobre posturas de trabajo y prevención del estrés físico.
A nivel administrativo, los espacios de trabajo en áreas de archivo, planificación y digitación clínica también han sido objeto de intervenciones ergonómicas [63]. Rendón Jaluff et al. (2025) destacan que la adecuación ergonómica del espacio laboral —mediante escritorios regulables, sillas con soporte lumbar y pantallas a nivel ocular— reduce significativamente las molestias cervicales y dorsales en personal administrativo y clínico [71]. Estas mejoras también contribuyen a minimizar la fatiga visual y la tensión postural derivadas del trabajo prolongado frente a pantallas. . A diferencia de otros sectores, estas áreas combinan tareas cognitivas intensas con exposición prolongada a pantallas, por lo que el diseño físico debe también proteger aspectos como la fatiga visual y la tensión postural acumulada [72–74].
Una innovación particularmente valiosa ha sido la adopción de enfoques de ergonomía participativa en el rediseño del entorno hospitalario [68]. En lugar de imponer soluciones estándar desde la gestión, algunos hospitales han comenzado a involucrar activamente al personal en la identificación de puntos críticos y en la definición de mejoras físicas concretas [75]. Esta estrategia no solo mejora la adecuación funcional de los cambios, sino que también incrementa el sentido de pertenencia y compromiso del equipo de salud [9,11]. Weir et al. (2019) documentaron cómo la implementación de talleres participativos permitió rediseñar estaciones de trabajo en laboratorios clínicos con base en la experiencia directa de los técnicos, lo que derivó en una reducción de desplazamientos innecesarios y un mejor aprovechamiento del espacio útil [16].
Asimismo, algunos hospitales en Japón y Escandinavia han comenzado a rediseñar los espacios de descanso del personal de salud, incorporando sillones ergonómicos, zonas de silencio, regulación térmica diferenciada y control de iluminación circadiana. Estas mejoras, aunque poco visibles para los usuarios externos, han demostrado tener un impacto directo en la recuperación física y emocional del personal durante los turnos, especialmente en servicios críticos como emergencias, unidades de cirugía y cuidados intensivos [17,21,25,30,76].
En suma, el diseño del puesto y del entorno de trabajo en hospitales no puede abordarse desde una lógica meramente funcional o estética [74]. Cada decisión de diseño —desde la ubicación de un monitor hasta la forma del carro de medicación— influye en la postura, el esfuerzo y el estado físico del trabajador [41]. Apostar por entornos adaptativos, centrados en las personas, accesibles y participativos, es una estrategia esencial para promover la salud ocupacional y, al mismo tiempo, garantizar la sostenibilidad operativa de los sistemas hospitalarios [77].
Estrategias organizativas y de gestión del riesgo ergonómico
Más allá del equipamiento y el diseño del entorno, la ergonomía hospitalaria requiere de estrategias organizativas sostenidas que integren la gestión del riesgo en la cultura institucional [11,78]. La exposición del personal de salud a tareas físicamente exigentes no puede abordarse únicamente desde soluciones tecnológicas o estructurales; es indispensable generar entornos organizacionales que prevengan el daño desde la planificación, la formación y la participación activa de los trabajadores [68,79].
Uno de los pilares fundamentales en esta gestión es la evaluación sistemática de riesgos ergonómicos, que permite identificar puntos críticos y priorizar intervenciones con base en evidencia objetiva [26,80]. En múltiples hospitales se han adoptado herramientas validadas como REBA (Rapid Entire Body Assessment), NIOSH Lifting Equation y el índice MAPO (Movement and Assistance of Hospital Patients) [37,81–84]. Cada una de estas metodologías permite valorar, desde distintas dimensiones, la carga física asociada a tareas específicas.
En los estudios de Koppelaar et al. (2012) [85], Raman et al. (2020) [86] y Correa Puma et al. (2019) [87], se usaron herramientas como REBA, MAPO y cuestionarios ergonómicos para evaluar riesgos posturales y carga biomecánica en distintos contextos clínicos. Koppelaar et al. [85] analizaron 735 actividades en residencias geriátricas europeas, hallando que dispositivos ergonómicos como camas ajustables y ayudas mecánicas reducían significativamente posturas forzadas y esfuerzo excesivo. Raman et al. [86] evaluaron estudiantes de odontología mediante REBA y encontraron que entre el 64 % y 75 % de las posturas tenían riesgo medio o alto. En un hospital ecuatoriano, Correa et al. [87] detectaron alta prevalencia de trastornos musculoesqueléticos en personal de emergencia, neurología y traumatología vinculados a posturas forzadas y tareas repetitivas. Estos estudios evidencian que la evaluación ergonómica sistemática facilita la detección de riesgos y fundamenta el rediseño de rutinas, uso de ayudas técnicas y programas preventivos sostenibles.
Complementando esta evaluación estructural, adoptar programas de rotación de tareas como medida preventiva frente a la fatiga física localizada es otra estrategia ergonómica fundamental [88]. En lugar de exponer al trabajador a la misma tarea repetitiva durante todo el turno, la rotación organizada permite distribuir la carga física y cognitiva entre diferentes tipos de actividades [89, 88] señala que el dolor lumbar afecta a un alto porcentaje de empleados de oficina, en gran medida por las exigencias físicas del trabajo. Frente a ello, la rotación de tareas se plantea como una solución ergonómica efectiva, siendo más beneficiosa cuando se aplica cada 2 a 4 horas, siempre considerando las particularidades del entorno laboral [90]. Aunque inicialmente se temía una posible baja en el desempeño, la evidencia indica que, si se estructura correctamente, este tipo de programas puede mejorar la eficiencia operativa entre un 10 % y 25 % y disminuir los errores entre un 15 % y 30 % [91,92]. También se han observado mejoras significativas en la exposición a riesgos físicos, como la reducción de posturas incómodas (20–45 %) y movimientos repetitivos (15–35 %), así como una menor incidencia de lesiones musculoesqueléticas (15–30 %) y avances en evaluaciones ergonómicas como RULA y REBA (25–40 %) [93].
A esto se suman las pausas activas estructuradas, breves intervalos programados dentro de la jornada en los que el personal realiza ejercicios de estiramiento o movilización[94,95]. Aunque a menudo subestimadas, estas pausas han demostrado efectos positivos en la recuperación muscular y la prevención de sobrecargas [6,96] Además, estudios como el de Huang et al. (2021) [35] han señalado que la implementación de modos de programación de turnos escalonados puede mejorar la calidad del sueño y reducir la fatiga y el estrés en enfermeras que trabajan en entornos de alta demanda, contribuyendo así a su bienestar físico y mental durante las jornadas laborales.
Sin embargo, ninguna de estas medidas es efectiva sin un componente educativo sólido [15]. La capacitación continua en técnicas de manejo seguro de cargas y autocuidado postural constituye uno de los ejes más reconocidos de la prevención en salud ocupacional. Estas capacitaciones deben incluir no solo contenidos teóricos, sino también prácticas supervisadas que permitan a los trabajadores incorporar habilidades de forma contextualizada [15,23,26]. Un ejemplo efectivo de este enfoque es el programa implementado por Chanchai et al. (2016) [11] en hospitales tailandeses, que combinó formación práctica y uso de ayudas técnicas, logrando una reducción significativa de síntomas musculoesqueléticos en el personal.
Finalmente, toda estrategia organizativa exitosa necesita consolidarse en una cultura ergonómica institucional, donde el bienestar físico del personal sea considerado una prioridad estratégica, no un aspecto secundario [46]. Esta cultura se construye mediante liderazgo comprometido, políticas claras, asignación de recursos y canales de comunicación efectivos. En su revisión sobre cultura de seguridad hospitalaria, Hignett et al. (2013) [20] resaltan que las instituciones con comités de ergonomía activos, donde participan trabajadores de distintos niveles jerárquicos, muestran tasas más bajas de ausentismo por TME y mayor adherencia al uso de ayudas técnicas.
Además, algunos hospitales han incorporado figuras clave como “facilitadores ergonómicos” o “líderes de bienestar”, encargados de monitorear el cumplimiento de protocolos posturales, acompañar a nuevos empleados en la adquisición de buenas prácticas y canalizar sugerencias de mejora. Esta figura ha demostrado ser especialmente útil para sostener el cambio cultural a largo plazo y para identificar resistencias tempranas antes de que se traduzcan en riesgos reales [40].
En síntesis, la gestión del riesgo ergonómico en hospitales exige una combinación coherente de diagnóstico técnico, formación práctica, rediseño organizacional y liderazgo comprometido. Solo cuando las acciones preventivas están institucionalizadas —como parte de la rutina, los protocolos y la cultura del centro— es posible generar entornos verdaderamente protectores para el personal de salud [11]. La ergonomía no es únicamente una cuestión de equipos sofisticados o evaluaciones aisladas: es una forma de organización del trabajo centrada en el respeto por los cuerpos, los límites y las capacidades humanas [97].
Evaluación del impacto y resultados
La implementación de estrategias ergonómicas en ambientes hospitalarios debe ir acompañada de una evaluación rigurosa de su impacto, no solo para validar su eficacia, sino también para justificar su sostenibilidad dentro de los sistemas de salud. Las intervenciones bien diseñadas pueden traducirse en beneficios tangibles a nivel individual, organizacional y económico, siempre que se dispongan de mecanismos de monitoreo que permitan identificar mejoras, retrocesos y oportunidades de optimización [98].
Una de las métricas más recurrentes en la literatura es la reducción de los TME como resultado directo de modificaciones ergonómicas. En el estudio de Chanchai et al. (2016) [11], realizado en hospitales de Tailandia, la implementación de un programa ergonómico que combinó formación práctica en manejo manual de cargas y el uso de ayudas técnicas resultó en una reducción significativa de síntomas musculoesqueléticos, especialmente en la región lumbar, entre el personal de apoyo hospitalario. Además, se observaron mejoras en factores psicosociales, incluyendo un aumento en la percepción de apoyo social y en la satisfacción laboral, lo que sugiere que la intervención no solo benefició la salud física, sino también el bienestar psicológico de los trabajadores.
Una perspectiva complementaria fue planteada por Escutia-Gutiérrez et al. (2022) [99], quienes analizaron el papel de la ergonomía en el ámbito farmacéutico como una herramienta clave para mejorar la seguridad del paciente y el bienestar del personal. Destacaron la necesidad de rediseñar los entornos de trabajo incorporando principios ergonómicos como la organización eficiente del espacio, etiquetado claro, disminución de interrupciones y adaptación de tareas a las capacidades humanas. Estas medidas no solo reducen el riesgo de errores en la dispensación de medicamentos, sino que también promueven entornos laborales más seguros y sostenibles. Además del impacto en la salud física, muchas intervenciones han demostrado efectos positivos en el ausentismo laboral, especialmente cuando se enfocan en la prevención de trastornos musculoesqueléticos [30]. Simpson et al. (2019) [56] señalan que los dispositivos posturales tipo wearable permiten monitorear y corregir la alineación espinal en tiempo real, reduciendo la exposición a posturas nocivas. De forma complementaria, Bootsman et al. (2019) [57] demostraron que el uso de una prenda inteligente con retroalimentación inmediata favorece la conciencia corporal y mejora las posturas durante tareas prolongadas. Estos hallazgos coinciden con lo reportado por Blanca-Gutiérrez et al. (2013) [100], quienes identificaron que las intervenciones ergonómicas efectivas —incluyendo tecnologías como sensores posturales— contribuyen significativamente a reducir el ausentismo laboral por molestias musculoesqueléticas en personal de enfermería.
Otro indicador relevante ha sido la percepción subjetiva de carga física. En el estudio de Huang et al. (2021) [35], se evaluó el efecto de un modelo de programación de turnos escalonados en enfermeras que trabajaban en salas de aislamiento para COVID-19. Los resultados indicaron que este enfoque mejoró la calidad del sueño, redujo la fatiga y el estrés percibido, y favoreció un mayor bienestar general en el personal. Estos efectos subjetivos son importantes, ya que pueden ayudar a prevenir el agotamiento ocupacional y mejorar la productividad, lo que resalta la importancia de estructurar los turnos laborales de manera que minimicen los riesgos físicos y psicológicos asociados al trabajo.
La evaluación del impacto también se ha extendido al ámbito del desempeño clínico y la eficiencia operativa. Hignett et al. (2018) [66] documentaron que la reorganización ergonómica de unidades de cuidados intensivos permitió una reducción de hasta un 22 % en el tiempo dedicado a tareas no clínicas. Este aumento en la eficiencia estuvo acompañado de una mejora en la percepción de fluidez del trabajo y una disminución en los errores menores durante turnos prolongados.
Otro aspecto que ha ganado atención es el análisis de la coste-efectividad de las intervenciones ergonómicas [101]. En un estudio de caso presentado por Weir et al. (2019) [16], se compararon los costos de implementación de estaciones de trabajo ergonómicas con los ahorros derivados de la reducción de ausentismo y de reemplazo de personal por enfermedad. Los resultados mostraron un retorno de inversión (ROI) positivo en menos de un año, especialmente en áreas con alta rotación y carga física, como las farmacias hospitalarias y los laboratorios clínicos.
Asimismo, se han identificado beneficios intangibles pero significativos relacionados con el clima laboral, la motivación del personal y la retención de talento [30]. En este sentido, Velasco Rey (2013) [70] destaca que mejorar las condiciones ergonómicas en el quirófano no solo reduce la incidencia de trastornos musculoesqueléticos en el personal de instrumentación quirúrgica, sino que también contribuye a un ambiente de trabajo más seguro y satisfactorio. Estas mejoras fomentan una mayor motivación y compromiso entre los trabajadores, lo que puede favorecer la retención del talento y el desempeño eficiente durante las intervenciones quirúrgicas.
En conjunto, las evidencias disponibles indican que las intervenciones ergonómicas no solo son beneficiosas para la salud del personal sanitario, sino que también fortalecen la eficiencia organizacional y la sostenibilidad de los servicios [11]. El impacto positivo se manifiesta tanto en métricas objetivas —como reducción de lesiones, ausentismo o errores— como en dimensiones subjetivas que afectan la calidad del entorno de trabajo. Evaluar y visibilizar estos resultados es clave para consolidar la ergonomía como una inversión estratégica y no como un gasto accesorio dentro de los sistemas hospitalarios.
Conclusiones y perspectivas
La ergonomía en ambientes hospitalarios ha dejado de ser una preocupación periférica para convertirse en un componente esencial de la calidad asistencial y de la salud ocupacional. A lo largo de esta revisión, se ha evidenciado cómo los factores de riesgo ergonómico afectan de forma transversal a distintos perfiles del personal sanitario, generando una carga física y mental que puede desembocar en trastornos musculoesqueléticos, disminución del desempeño y ausentismo laboral.
Frente a este escenario, los avances tecnológicos —desde ayudas técnicas para la movilización de pacientes hasta sensores corporales y rediseños del entorno físico— han demostrado tener un impacto positivo tanto en la prevención del daño como en la eficiencia operativa. Sin embargo, su eficacia está condicionada por un enfoque integral que combine infraestructura, formación, participación activa del personal y una gestión institucional coherente.
El éxito de las estrategias ergonómicas no radica exclusivamente en la adquisición de equipamiento avanzado, sino en la construcción de una cultura organizacional que priorice el bienestar del trabajador como una inversión en sostenibilidad. Evaluaciones sistemáticas, rediseños participativos y programas de formación continua son herramientas clave para lograrlo, siempre que estén alineadas con políticas claras y un liderazgo comprometido.
Mirando hacia el futuro, el desarrollo de soluciones basadas en inteligencia artificial, ergonomía digital y diseño inclusivo abre nuevas oportunidades para personalizar las intervenciones y adaptarlas dinámicamente a las necesidades de cada entorno hospitalario. Estas innovaciones, integradas a sistemas de monitoreo continuo y análisis de datos, permitirán no solo anticipar el riesgo, sino también optimizar el diseño del trabajo en tiempo real.
La ergonomía, entendida desde una perspectiva interdisciplinaria, se proyecta como un eje estratégico para transformar los servicios de salud en espacios más seguros, humanos y eficientes. Invertir en la salud del personal sanitario no solo mejora su calidad de vida, sino que fortalece la capacidad de respuesta de los sistemas hospitalarios ante los desafíos presentes y futuros.
Referencias bibliográficas